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Baja California: La farsa y la infamia

¡No seas pendejo, Jaime! ¿Cómo que solamente dos años? Hay misas que duran más que eso. Apenas te sientes en la silla ya la vas a tener que entregar a tu sucesor. ¿Qué vas a hacer en ese tiempo tan corto? Acuérdate de los casos de Puebla y Veracruz. Tú mídele el agua a los camotes, a ver hasta donde llegas. En una de esas nadie se da cuenta, hombre. Ve cuanta gente te respalda. Te mereces la gubernatura completa, qué es eso de andar recibiendo las migajas del poder. Ve por todo, chingau. El cambio solo puede ser posible contigo al mando. ¡Arre, Bonilla! ¡Arre!


O tal vez fue así:


¡Si serás pendejo, Jaime! No lo dejes para la próxima elección si esta ya la tienes en el bolsillo. No importa que dure dos años, eso se arregla fácil. Nomás es cuestión de darle a cada quien lo que quiere. Tantas veces se ha cambiado la ley, una más, ¿qué más da? El Presidente es tu amigo, ¿no? Tú juégale al menso, tan bien que te sale. ¿Dos años? Yo me registré por cinco. ¿En dónde dice que esta cosa solamente dura dos años? ¡Muy bien, Jaime! Y si te ponen trabas siempre puedes hacer tu propia consulta y preguntarle al pueblo bueno y sabio si quiere un gobierno sólido, fuerte, de verdad, o si prefieren una inútil mini gubernatura en la que no se puede hacer nada.


Es raro que los gobernantes se ganen el repudio popular antes de tomar posesión. Jaime Bonilla, gobernador electo de Baja California, lo ha logrado.


El entonces candidato de Morena ganó la elección por un período de dos años. La duración de ese mandato fue de sobra conocida, como ha demostrado el INE recientemente con la publicación de la convocatoria de las elecciones. Bonilla afirma que él nunca supo que competía para un período de dos años, que nadie tuvo la cortesía de comentarle al candidato ese pequeño detalle. Aferrado a aumentar su tiempo en el gobierno, y con la excusa de reafirmar los deseos del pueblo, organizó una consulta de esas en las que sólo participa el 1.9% del padrón total.


Se trata de una vergüenza, una infamia. Se esperaba que estas prácticas vinieran de los “otros”, la mafia del poder, los conservadores, los imitadores de Porfirio Díaz, los neoliberables, pero no de quienes agitaron la bandera del cambio y la ruptura con el pasado.


La ilegalidad que pretende hacer Bonilla es indefendible, y acusarlo y llamarle cínico al cínico no es estar en contra de López Obrador ni de la 4T. Por eso llama la atención el silencio de muchas inteligencias ante el atropello en Baja California. ¿Creerán que criticar a Jaime Bonilla es una traición al Líder? ¿Cómo reaccionarían si fuera un panista el que intentara quedarse más tiempo en el poder?


Para quienes apoyamos a López Obrador resultan ofensivos el cinismo y las maromas usadas para justificar la infamia (es muy caro andar haciendo elecciones a cada rato, yo me registré por cinco años, el pueblo no sabía que el gobierno iba a durar tan poco). En su ambicioso empeño, Bonilla no ve el daño hecho a AMLO y su proyecto. Le dio argumentos a quienes ven en AMLO a un autoritario cuyo plan final es reelegirse en 2024. ¡Claro!, dicen los críticos, lo de Baja California es un experimento para que Lopitos se haga perpetuo en el poder, a ver si chicle y pega. Bonilla le ha dado aire a esa fantasía. La ceguera selectiva en nada ayuda a López Obrador y su proyecto de nación.


Como bien señaló el monero Hernández: “Jaime Bonilla no debería ser gobernador ni dos años. Ni dos minutos.” Quedará en la Suprema Corte impedir que ese alacrán no se salga con la suya.


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